Las derechas.



A propósito de la conformación de la fórmula presidencial con Jair M. Bolsonaro, candidato a presidente de la República Federativa, y el general Hamilton Mourão candidato a vicepresidente, esbozamos el panorama actual de la derecha brasileña. En consistencia con el orden metodológico que seguimos, lo primero es avanzar una hipótesis emic. Asistimos hoy a intensidades diferentes. Por un lado el flow de la revolución brasileña, elevando en pocos meses a un diputado que luchó contra el neo-comunismo en soledad durante más de dos décadas parlamentarias y lo eligió su voz para la lucha en las elecciones por el gobierno nacional. Por el otro, la mole electoral, bajo el impacto del fenómeno que coloca al diputado encabezando desde febrero las encuestas presidenciales, pero con los dispositivos de la llamada Nueva República imponiendo las condiciones. Para entender esta doble dinámica en la derecha se hace necesario un mapeo.

Algo de historia política antes que nada. La monarquía fue derrocada por la ola republicana positivista (comtiana) de moda en las elites brasileñas de fines de siglo XIX. Superada la reacción a la república tecnocrática positivista, característica de entreguerras en gran parte de occidente -en Brasil, el integrismo-, la derecha llegó a contar con un estadista democrático: Carlos Lacerda (Unión Democrática Nacional). Todo se deshizo en la Guerra Fría y con el protagonismo de las FFAA en la lucha anti-comunista a partir de 1964. El mismo Lacerda fue incluido dentro de una lista de ciudadanos "desafectos al régimen" por el gobierno militar de 1968 perdiendo todos sus cargos y derechos de funcionario. 


Hoy se habla de una nueva y de una vieja derecha en Brasil. Ello refiere a una diagramática post-guerra fría, esto es, posterior a la re-democratización de los ochentas del siglo pasado. En este sentido, la vieja derecha brasileña en las últimas décadas, de un perfil parecido a la RN, a la UDI chilenas, o a los viejos UCD y Partido Federal de Argentina, fue ofreciendo cada vez más su importante capital electoral al mejor postor, ora al centro-izquierda, el caso de los gobiernos del Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB) de Fernando Henrique Cardoso; ora a la izquierda, como ocurrió después con las presidencias del Partido de los Trabajadores (PT), abandonando de esta manera cualquier definición doctrinaria independiente.(*) Nos referimos a lo que en Brasil se conoce como centrão. Se trata de una reunión de partidos políticos con origen al final del primer año de la Asamblea Nacional Constituyente de 1987-1988 formada para dar apoyo al presidente de la República José Sarney, y que se actualiza con cada compulsa presidencial sumando o restando adhesiones partidarias del panorama brasileño. Para este 2018 lo forman el Partido Popular (PP), DEMÖCRATAS (ex-PFL, ex-ARENA), Partido de la República (PR), Partido Republicano Brasileño (PRB) y Solidaridad. Con cientos de concejales, intendencias, gobernaciones y parlamentarios, el centrão suele vender cara su mercancía. Así pues, el vicepresidente de Lula durante la presidencia 2006 fue José Alencar del Partido Popular, y Michel Temer del PMDB vicepresidente de Dilma Rouseff. Para las actuales elecciones este verdadero mega-tractor electoral acaba de cerrar la vicepresidencia de la senadora Ana Amélia Lemos del Partido Popular, en fórmula con Gerardo Alckmin del PSDB del ex-presidente Fernando Henrique Cardoso. 

La ausencia de una derecha real dejó sin referencia al electorado brasileño que, como quedó claro en un posteo anterior, es mayoritariamente cristiano y conservador. Fue por ello que, durante 30 años, dominó el criterio de resignarse al voto “mal menor”, educado debidamente por los partidos del centrão, cuyos líderes se encuentran hoy casi todos envueltos en los procesos judiciales que sacuden el país. 

Pero en 2013, con la revolución brasileña, apareció la llamada “nueva derecha” que, de inmediato, se identificó anti-Foro de San Pablo. La nueva derecha se puede mapear en dos sectores que se esfuerzan por configurarse siguiendo más o menos la tradición americana. Un área liberal-libertaria, economicista de libre mercado, más bien secularista y relativista (por ejemplo, el Movimiento Brasil Libre, MBL); y, otra, conservadora buscando un equilibrio entre valores cristianos, Estado de Derecho y libre empresa (por ejemplo, la miríada de iniciativas que orbitan el COF, Seminario permanente on-line de filosofía de Olavo de Carvalho). 

Bien diferente a lo que ocurre en la mayoría de los países latinoamericanos, que repiten la vieja diagramática, el resurgimiento de la derecha brasileña presenta, según los observadores, al menos unas 30 organizaciones y no eligió, por ahora, la modalidad partidaria de poder sino el movimientismo, el emprendedorismo comunicacional y el think tank. Mientras el área conservadora-soberanista se definió electoralmente por la candidatura de Jair M. Bolsonaro, la liberal-libertaria se divide entre un sector que perdió impulso anti-sistémico, inclinándose al viejo esquema PSDB-centrão o, en su defecto, la variante João Amoedo (un neo-Collor), con varios de sus líderes gestionando candidaturas, y otro que apoya a Bolsonaro  -como el Príncipe Luiz Philippe de Orleans e Bragançaatraído por la apertura liberal del candidato en política económica y que produjo el acercamiento del reconocido economista pro-mercado Bruno Guedes.

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(*) Lo que no sucedió con el remanente de la derecha anterior a la redemocratización de los ochentas del siglo pasado: el monarquismo y, en particular, el nacionalismo más o menos identificado con la intervención militar y el estatismo. Posiblemente la fórmula presidencial Bolsonaro - general Hamilton Mourão, así como el apoyo católico tradicional de la línea sucesoria de la Casa Imperial, expresa una confluencia entre la nueva y la vieja derecha remanente. A propósito, la visión de que Brasil heredó la “indolencia” de los indígenas y el “libertinaje” de los africanos, sostenida por el general en su gira de conferencias previa a la conformación de la fórmula, reproduce los prejuicios típicos del cientificismo positivista de principio de siglo XX, esparcidos a izquierda y derecha por igual. La reacción producida dentro de la derecha a esta referencia de Mourão, plantea la pregunta acerca de si un gobierno brasileño soberanista debiera insistir con el viejo plan de identidades raciales separadas, aplicado con todo el peso del Estado y la ingeniería social diversitaria por los gobiernos tucano-petistas; o facilitar el renacimiento de la cultura misigenada, que es la singularidad del país, descubierta en la genial obra del antropólogo Gilberto Freyre.

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