Pueblo de derecha, elite de izquierda: la cismogénesis complementaria y el abismo cultural entre el brasileño medio y su clase habladora.
Yo percibía claramente, y hacía años, que la distancia
creciente, ahora abisal, entre la población y los que hablaban en su nombre,
políticos y periodistas, debía necesariamente llevar a algo caótico, violento e
imprevisible. - Michel Houellebecq, Sumisión.
La Fundación Perseo Abramo, think tank del PT,
divulgó hace algunos días el resultado de una investigación sobre el imaginario
político de los habitantes de la periferia de San Paulo. Los autores de la
investigación descubrieron aquello que cualquier inteligencia sana, fuera del
opresivo y mohoso conjugado mental en que se metió la izquierda tupiniquim, podía predecir: los pobres tienden a ser mucho más liberales y conservadores
que los ricos. En el espectro político nacional, estos tienden a la izquierda
(tanto sea comunista, socialista fabiana, festiva o porra-loquista); aquéllos
a la derecha.
En diciembre de 2016 Ibope ya había publicado una investigación similar (y con semejante reacción), en la que apuntaba el aumento del conservadurismo del pueblo brasileño. El tema fue discutido en el programa Estudio I, de Globo News. Ante el resultado, y en un tono que alternaba entre perplejidad y condescendencia, la presentadora y los invitados buscaban mil y una explicaciones al fenómeno, que les parecía anti-natural.
Aquella perplejidad, típica de la clase habladora
nacional, deriva de un problema muy simple: los periodistas y
opinadores mediáticos parecen haber pasado incólumes por la teoría de la
relatividad. En el estudio de Globo News, así como en tantas otras provincias
progresistas repartidas por el país, los insights de Albert Einstein no
repercutieron, al contrario, por ejemplo, del uso masculino de faldas, de los
niños "transgénero" y demás obsesiones del periodismo y pra frentex.
En particular, nuestros formadores de opinión
todavía no han descubierto una cosa llamada movimiento relativo. Cuando miran
al aumento del conservadurismo del brasileño, se imaginan estar en un punto
fijo de observación, sin darse cuenta de que también ellos están en movimiento
- en su caso, en sentido contrario al resto de la población. Pues la verdad
es que ese aumento sólo puede ser comprendido en cuanto a la intensificación
del progresismo de nuestras "élites" culturales.
Si para los integrantes de Estudio I, el pueblo
brasileño parece estar alejándose hacia la derecha, es porque ellos mismos se
están alejando hacia la izquierda. La sensación de distancia es intensificada
por la suma de los vectores de los dos "cuerpos" moviéndose en
direcciones opuestas - el pueblo, por un lado; la clase hablante, para el otro.
Pues bien. La hipótesis que quisiera presentar en este artículo es la siguiente: esa distancia cultural tiende a aumentar a lo largo de las últimas décadas, porque ambos comportamientos (el conservadurismo del pueblo y el progresismo de la élite) se han reforzado mutuamente, en una modalidad de interacción que yo propongo llamar cismogénesis complementaria.
Pues bien. La hipótesis que quisiera presentar en este artículo es la siguiente: esa distancia cultural tiende a aumentar a lo largo de las últimas décadas, porque ambos comportamientos (el conservadurismo del pueblo y el progresismo de la élite) se han reforzado mutuamente, en una modalidad de interacción que yo propongo llamar cismogénesis complementaria.
El concepto de cismogénesis fue propuesto por el
antropólogo angloamericano Gregory Bateson (1904-1980) en su libro Naven, de
1936. Inspirado en los principios de la cibernética, Bateson acuñó el término
para explicar la compleja dinámica social manifestada en el ritual que da
nombre al libro, practicado por los Yatmul, pueblo habitante de las tierras
bajas del medio río Sepik (Papúa Nueva Guinea).
Por supuesto, este no es espacio para tratar tan exótica ceremonia, que comporta elementos de travestismo y la observancia
de juegos jocosos entre parientes masculinos de generaciones distintas,
incluyendo simulaciones parodísticas de relaciones sexuales entre "tíos
maternos" (wau) y "sobrinos" (laua). El lector interesado puede
buscar la referencia por su cuenta. Quedémonos por ahora en lo que respecta a
la noción de cismogénesis, cuyo sentido puede ser anticipado ya en la propia
etimología.
El término resulta de la unión de las palabras en
griego para "ruptura / división" - skhisma (σχίσμα) - y "origen
/ surgimiento" - genesis (γένεσις). En traducción literal, por lo tanto,
cismogénesis sería algo como "origen de la ruptura" o
"surgimiento de división".
En la
definición del autor, se trata de un "proceso de diferenciación en las
normas del comportamiento", aplicable tanto a individuos como a
colectividades. El proceso es acumulativo, consistente en la interacción entre
partes que reaccionan mutuamente al comportamiento unas de otras. Así, si un
individuo A se comporta de tal manera a inducir una reacción en B, esa reacción
afectará el comportamiento posterior de A, que induce una nueva reacción de B,
y así sucesivamente, en una gradación que, en estado avanzado, puede generar
una profunda ruptura en cuanto a la forma original de la interacción.
Bateson
distingue dos modalidades de cismogénesis: la simétrica y la complementaria. La
primera se da entre partes equivalentes que reproducen un mismo tipo de
comportamiento, caracterizándose por la presencia de la
rivalidad. El ejemplo más claro es el de la carrera armamentista durante la
Guerra Fría. A cada exhibición de poder bélico por parte de EEUU, la URSS
respondía de la misma forma, lo que incitaba a una nueva exhibición americana,
seguida por una respuesta soviética aún más ostensiva, en un escalonamiento
interactivo que, por poco, como sabemos, no resultó en una hecatombe nuclear.
La
cismogénesis complementaria, a su vez, ocurre entre partes asimétricas en una
determinada interacción, de modo que el comportamiento X de una de ellas induce
al comportamiento Y de la otra, que llevará a una intensificación de X, luego a
una intensificación correspondiente de Y, y así por delante. Este patrón
relacional podría ser ilustrado con la imagen de una pareja en la que uno de los
cónyuges exhibe un comportamiento asertivo, mientras que el otro, un
comportamiento sumiso. En esta interacción, la sumisión de éste alimentará la
asertividad de aquel, que resultará en más sumisión y, consecuentemente, en más
asertividad, hasta el punto en que, en el límite, la situación se vuelva
insostenible, culminando en el final del matrimonio.
Es importante
tener en mente que, sea por la vía de la simetría, sea por la de la
complementariedad, la cismogénesis tiende al colapso de la interacción. Así, un
patrón de relación que comienza de manera sutil, y aparentemente sin
consecuencias, puede con el tiempo llevar a una crisis de gran dramatismo.
Es lo que
pasa hoy en la relación (o, se diría, ausencia de relación) entre el pueblo
brasileño y su clase hablante, que obedece a un patrón de cismogénesis
complementaria en el que el aumento del progresismo de una induce al aumento
del conservadurismo del otro, que lleva a más progresismo por parte de aquella,
seguido de más conservadurismo por parte de éste, y por ahí va la cosa.
No sabemos
dónde va a terminar todo, pero se puede suponer que bien no. Mucho se ha
hablado de una tal "crisis de representatividad" en la democracia
brasileña. Los que acostumbran usar el término integran precisamente aquella
clase habladora que venimos tratando, y, por eso mismo, reducen su aplicación a
la esfera del Estado y de la política partidista. No entienden -y parece haber
algo de estructural en esa incomprensión- que ellos mismos son parte del
problema, y que, quizás aún menos que los políticos, tampoco representan los
valores y la visión de mundo del brasileño medio. Este, como en tantos otros
ámbitos, está por su propia cuenta y riesgo en la esfera de la cultura, sólo le
queda apelar al repertorio tradicional de símbolos que de algún modo todavía
quedan de eras pasadas, en las que la distancia entre los consumidores y los
formadores de opinión (y de valores, y de gustos, y de hábitos) no se había
hecho todavía tan abisal.
Al poner todo
en la balanza, queda que, a pesar de los riesgos, tal vez haya alguna buena nueva
en esa perspectiva de ruptura. Al final, el pueblo brasileño no tendrá mucho
que lamentar en cuanto al eventual colapso de una relación con una élite
cultural que, desde lo alto de las cátedras, de las redacciones, de los
estudios y de los escenarios, no se cansa de manifestarle el más profundo e
inquebrantable desprecio.