Papeles para una democracia cristiana. ¿La democracia verdadera es liberal o cristiana?
Una de las líneas de debate que hoy confluye en la campaña presidencial de Jair Bolsonaro es si el Estado laico continúa siendo neutral, o es cada vez más agresivo en su imposición de unas ideologías entre las que la llamada ideología de género actúa como punta de lanza. El debate bien puede enfocarse desde las alternativas que han sido esgrimidas usando los modelos propuestos por John Zmirak y Rod Dreher en los Estados Unidos.
La opción San Benito (Dreher), interpretada por varios como fuga mundi pero que en lo fundamental consiste en poder desvincularse de ciertas normas abusivas por parte de los estados modernos, en particular en materia de educación o sanidad o voto: no sufragar cosas como la enseñanza escolar de ideología de género o el aborto a cambio de no beneficiarse de lo que de bueno puedan ofrecer la educación y sanidad públicas. No pocos católicos conscientes, a su manera, han hecho ya opción benedictina a lo Dreher, no ven TV, ni escuchan radio ni leen los diarios, todas estas cosas
distraerían de los pensamientos realmente importantes y ejercerían una influencia negativa, piensan. Pues bien, a ellos se contrapone la opción Josemaría (Hon Zmirak) sobre el "compromiso en el mundo”.
Al contrario, señala Zmirak, nuestra situación se asemeja más a la que tuvieron que hacer frente las comunidades cristianas ante el Islam, que al s.IV y el caos de un imperio que se hundía pero no era un periodo de especial persecución anticristiana: “un pujante imperio de secularismo agresivo con un fuerte deseo de atacar nuestra fe“. El moderno Estado occidental ve cada vez más el cristianismo como un enemigo a combatir. La iniciativa en Estados Unidos para gravar a las iglesias con nuevos impuestos bajo el gobierno Obama sería un equivalente a la jizya que el Islam impone sobre las comunidades religiosas no musulmanas. Hay por tanto que presentar batalla en los medios y en la política, en eso consiste la opción que Zmirak llama Josemaría, de compromiso en el mundo.
Se han contrapuesto otros modelos, como el de St. Thomas More o estar dispuesto a perderlo todo por testimoniar la fe. Pero en Brasil parece con mayor peso la idea de que contraponer no es cristiano.
Con gran influencia (y activismo político) de las denominaciones evangelistas, es bueno recordar que San Benito creaba comunidades misioneras. No olvidemos que son la base de Europa. Se formaban y salían a fundar. Además, la fuga mundi no es católica. Y sobre San Josemaría, alejado cada vez más de la doctrina de su fundador, el Opus trabaja para sus fines propios. Por eso, sostienen, que las opciones no son mutuamente excluyentes, ya que ambas vienen de santos y se inclinan en lo político al modelo Acción Católica, de la que surgió la democracia cristiana. Las opciones son importantes considerando sus dos aspectos: comunidades fecundas que lancen santos al mundo, pero también abiertas a la sed del hombre moderno.
Si no chocas con el demonio en tu camino, es porque estás en su camino. Juan María Vianney.
Pero no se puede combatir contra el demonio aceptando sus reglas; eso es lo que hizo la democracia cristiana y a la vista están los resultados, alertan otros. El Estado liberal se desplegó, de laico a ateo militante. Pasó de la indiferencia ante la religión proclamada en la doctrina, a directamente combatirla en la acción y la legislación.
Una democracia capitalista verdaderamente cristiana, no es un partido político o un nuevo gobierno jugando las reglas de la democracia liberal sino un nuevo régimen bajo nuevas y diferentes reglas y, además, garante de la verdadera libertad religiosa para ejercer tanto cualquiera de las opciones mencionadas -como la opción benedictina, lugares donde las familias que lo crean conveniente crezcan y se desarrollen en un ambiente adecuado usando homeschooling, o comunidades alrededor de instituciones católicas como el Christendom College en Virginia del Norte, EUA- u otras religiones y modos de vida compatibles con las verdades fundamentales. Por eso la importancia de la estrategia constituyente para este segmento tan activo dentro de la revolución brasileña. Se fijan para ello en Europa del Este y, particularmente, Estados Unidos buscando aprender el valor de la diversidad religiosa y la convivencia democrática como bases de un nuevo régimen político para el siglo 21.
La opción San Benito (Dreher), interpretada por varios como fuga mundi pero que en lo fundamental consiste en poder desvincularse de ciertas normas abusivas por parte de los estados modernos, en particular en materia de educación o sanidad o voto: no sufragar cosas como la enseñanza escolar de ideología de género o el aborto a cambio de no beneficiarse de lo que de bueno puedan ofrecer la educación y sanidad públicas. No pocos católicos conscientes, a su manera, han hecho ya opción benedictina a lo Dreher, no ven TV, ni escuchan radio ni leen los diarios, todas estas cosas
distraerían de los pensamientos realmente importantes y ejercerían una influencia negativa, piensan. Pues bien, a ellos se contrapone la opción Josemaría (Hon Zmirak) sobre el "compromiso en el mundo”.
Al contrario, señala Zmirak, nuestra situación se asemeja más a la que tuvieron que hacer frente las comunidades cristianas ante el Islam, que al s.IV y el caos de un imperio que se hundía pero no era un periodo de especial persecución anticristiana: “un pujante imperio de secularismo agresivo con un fuerte deseo de atacar nuestra fe“. El moderno Estado occidental ve cada vez más el cristianismo como un enemigo a combatir. La iniciativa en Estados Unidos para gravar a las iglesias con nuevos impuestos bajo el gobierno Obama sería un equivalente a la jizya que el Islam impone sobre las comunidades religiosas no musulmanas. Hay por tanto que presentar batalla en los medios y en la política, en eso consiste la opción que Zmirak llama Josemaría, de compromiso en el mundo.
Se han contrapuesto otros modelos, como el de St. Thomas More o estar dispuesto a perderlo todo por testimoniar la fe. Pero en Brasil parece con mayor peso la idea de que contraponer no es cristiano.
Con gran influencia (y activismo político) de las denominaciones evangelistas, es bueno recordar que San Benito creaba comunidades misioneras. No olvidemos que son la base de Europa. Se formaban y salían a fundar. Además, la fuga mundi no es católica. Y sobre San Josemaría, alejado cada vez más de la doctrina de su fundador, el Opus trabaja para sus fines propios. Por eso, sostienen, que las opciones no son mutuamente excluyentes, ya que ambas vienen de santos y se inclinan en lo político al modelo Acción Católica, de la que surgió la democracia cristiana. Las opciones son importantes considerando sus dos aspectos: comunidades fecundas que lancen santos al mundo, pero también abiertas a la sed del hombre moderno.
Si no chocas con el demonio en tu camino, es porque estás en su camino. Juan María Vianney.
Pero no se puede combatir contra el demonio aceptando sus reglas; eso es lo que hizo la democracia cristiana y a la vista están los resultados, alertan otros. El Estado liberal se desplegó, de laico a ateo militante. Pasó de la indiferencia ante la religión proclamada en la doctrina, a directamente combatirla en la acción y la legislación.
Una democracia capitalista verdaderamente cristiana, no es un partido político o un nuevo gobierno jugando las reglas de la democracia liberal sino un nuevo régimen bajo nuevas y diferentes reglas y, además, garante de la verdadera libertad religiosa para ejercer tanto cualquiera de las opciones mencionadas -como la opción benedictina, lugares donde las familias que lo crean conveniente crezcan y se desarrollen en un ambiente adecuado usando homeschooling, o comunidades alrededor de instituciones católicas como el Christendom College en Virginia del Norte, EUA- u otras religiones y modos de vida compatibles con las verdades fundamentales. Por eso la importancia de la estrategia constituyente para este segmento tan activo dentro de la revolución brasileña. Se fijan para ello en Europa del Este y, particularmente, Estados Unidos buscando aprender el valor de la diversidad religiosa y la convivencia democrática como bases de un nuevo régimen político para el siglo 21.