Una diferencia esencial entre los Estados Unidos y Brasil -y
sin duda la raíz intelectual del contraste entre los destinos de las dos
naciones- aparece ya en la mentalidad de sus padres fundadores, los hombres que
lideraron los procesos paralelos y simultáneos de las dos independencias. Mientras
que en Brasil las clases superiores tomaban por modelo la cultura europea del
momento, deseosas de auparse con ella, los estadounidenses la despreciaban,
creyendo que podían hacerlo mejor en América sobre la base de valores antiguos
que los europeos habían traicionado y olvidado. La Europa de los brasileños era
Voltaire y Rousseau, Chateaubriand y Scott. La de los americanos, la Biblia,
Cicerón y Demóstenes, Platón y Aristóteles. El resultado no podría ser sino, por parte de los brasileños, un
permanente sentimiento de inferioridad entrecortado de explosiones de
arrogancia consoladora, y, por parte de los americanos, el comienzo de una
nueva tradición cultural y política que no demoraría en ser envidiada y copiada
por los europeos.
Olavo de Carvalho