La ola conservadora.
El PSL, pequeño partido que albergó al diputado Jair Bolsonaro en este
último tramo de su cruzada de casi tres décadas como legislador, y que contaba
con 9 diputados hasta el domingo, saltó a 52 diputados federales conformando
el segundo bloque de la Cámara, entre ellos, la parlamentaria más votada en la
historia del Brasil, la periodista y youtuber Joyce Hasselman. Fenómeno
parecido se produjo a nivel estadual, por ejemplo, en Sao Paulo con otra
diputada, también la mayor votada en la historia de las cámaras estaduales, la
jurista Janaína Paschoal. Hay más de un caso en que los candidatos a gobernador estadual
en 2° vuelta declaran ya mismo su apoyo a Bolsonaro (Sao Paulo, Rió Grande
do Sul). La bancada de izquierdas reunida en oportunidad de frenar el imeachment de 2016 fue pulverizada.
¿Tsunami ANTI o PRO?
La prensa rioplatense atribuye este verdadero tsunami al "antipetismo" o, a lo sumo, al voto anti-sistema, así pues, cansados de dos décadas bajo ese partido (o sistema) extraviados en un laberinto de procesos judiciales por delitos comunes, y desgastados luego de varios gobiernos de un mismo signo, los brasileños le habrían dado vuelta la cara.
Esta interpretación no hace más que replicar términos, categorías y experiencias de los medios rioplatenses sobre los procesos electorales en sus propios países, envueltos todos para ellos en dinámicas "Anti” del electorado. ¿Ocurre del mismo modo en Brasil? Una revisión cronológica del material alojado en O Mito muestra otra cosa,
¿Tsunami ANTI o PRO?
La prensa rioplatense atribuye este verdadero tsunami al "antipetismo" o, a lo sumo, al voto anti-sistema, así pues, cansados de dos décadas bajo ese partido (o sistema) extraviados en un laberinto de procesos judiciales por delitos comunes, y desgastados luego de varios gobiernos de un mismo signo, los brasileños le habrían dado vuelta la cara.
Esta interpretación no hace más que replicar términos, categorías y experiencias de los medios rioplatenses sobre los procesos electorales en sus propios países, envueltos todos para ellos en dinámicas "Anti” del electorado. ¿Ocurre del mismo modo en Brasil? Una revisión cronológica del material alojado en O Mito muestra otra cosa,
Una campaña en tres partes.
Antes una advertencia. Poco o nada se entiende del fenómeno Bolsonaro sin considerar la revolución política existente en Brasil desde, por lo menos, 2013 y que tratamos tantas veces. Dicho esto, la campaña electoral de Bolsonaro para la 1° vuelta puede dividirse en tres fases. La primera podemos datarla a partir de 2016, el atentado sufrido por el diputado abre la segunda fase y la tercera se produce en el embale final de la campaña electoral a la presidencia, hace no más de dos semanas.
El Mito popular.
Las fabulosas movilizaciones de 2015 y la onda subsiguiente en 2016 a favor del impeachment y en 2017 apoyando Lava Jato, fueron acompañadas frecuentemente por el diputado Bolsonaro, recibido siempre bien por los manifestantes pero sin mayor entusiasmo, en un intenso ambiente de rechazo a los políticos (según nuestros registros es el mismo pueblo movilizado en las calles de todo el país, el que volvería a salir en 2018, tomando el lugar del candidato fuera de combate con la puñalada en Juiz de Fora). La primera fase fue, en fin, la de los viajes al exterior del diputado del PSL (EUA, Israel y Japón), aprendizaje y búsqueda de modelos; y a los estados de la Unión, donde generaría una audiencia para sus propuestas, arribos que luego se tornarían icónicos, con multitudes recibiendo a Bolsonaro en los aeropuertos.
Esta primera fase de la campaña electoral de Bolsonaro es la fase del Mito, que entusiasmó a tantos millenials y smart-G brasileños, pululando con temáticas activistas en las redes sociales desde 2013. Así es que, conforme se sucedían sus visitas al interior del país, un verdadero movimiento con eje en las redes sociales, youtubers y emprendedoires comunicacionales desarrollando diversos géneros, identificando sus presentaciones y emprendimientos como conservadores -o, a lo sumo, liberales-, convergió con la figura del líder político de Río de Janeiro, con pasado más bien militarista. La reinvención del diputado fue el resultado de un intercambio que implicó, por su lado, arriesgar todo-contra-todos en la carrera presidencial y, por el de los movimientos, un serio esfuerzo de varios años de afición tanto a la bibliografía política y humanística local disponible como de traducción, edición, publicación y conformación de núcleos de estudio de obras consagradas estadounidenses y europeas --asimismo ocurrió con las conferencias, entrevistas y videos de las figuras mundiales más representativas del conservadorismo y el liberalismo clásico de última generación. El combustible del movimiento fue provisto por este fenómeno de redescubrimiento, reevaluación y difusión de la propia historia nacional, y de su lugar en la de las civilizaciones. A lo largo de varios meses Bolsonaro se fue convirtiendo en el vehículo movido por esta fuerza del activismo conservador-liberal. Rápidamente internet se convirtió en la zona de intercambio y proyección del candidato a la presidencia que, a esa altura, era ya el referente electoral de la derecha brasileña.
Juiz de Fora. "El pueblo sangró contigo".
El atentado perpetrado por Adélio Bispo en la ciudad de Minas Geráis, todavía bajo investigación federal tendiente a identificar posibles autores ideológicos, abre la segunda fase de la campaña electoral de Bolsonaro. A partir del 6 de setiembre todo queda evidentemente al garete, por lo menos durante los primeros diez días, cuando dos intervenciones quirúrgicas de,alto porte eliminan al candidato del plano activo. Las declaraciones disonantes de los candidatos de primera y segunda línea del PSL sumen en confusión el rumbo del partido. Hasta Juiz de Fora Bolsonaro participaba en los debates televisivos y encabezaba los actos públicos. De pronto el silencio convocado por el candidato presidencial desde el hospital para proteger los flancos de la campaña. Es ahí que aparece el movimiento de masas, asumiendo el protagonismo en las redes sociales y en las calles de todo el país. "Puede descansar Capitán, deje la campaña al pueblo" es el mensaje que recorre las redes sociales.
La polarización, los votos antipetista y anti-sistema.
La última fase de la primera ronda de campaña electoral dura más o menos 15 días, es la polarización entre el líder de las tendencias Jair Bolsonaro y el candidato del Partido de los Trabajadores Fernando
Haddad, el primero siempre encabezó las encuestas electorales y el segundo se despegó del pelotón la última semana de setiembre. En el sprint final ambos candidatos no pararon de crecer aunque los últimos 4 días las encuestas representaron un agudo ascenso de Bolsonaro que el domingo 7 casi lo lleva a ganar la presidencia en primera ronda, la mayor cantidad de votos obtenida en primera ronda en la historia del Brasil. Las denuncias de fraude en el sistema electrónico electoral son muchísimas y documentadas, mientras el Ministro de Seguridad Pública Raúl Jungman no solamente se niega a investigarlas sino que amenaza procesar a quienes protesten contra el hecho. No descartamos que, por estas horas, sea éste un nuevo plano de la revolución brasileña. Pero vamos a responder la pregunta que motiva el borrador. Abruma la tendencia al voto antipetista en Brasil, no es poca la tendencia al voto anti-sistema, y corren ya ambas por las venas del mismísimo aparato administrativo estatal paquidérmico, esto es, que invadieron incluso la mole dominada por veinte años de gobiernos progresistas, sin contar la mayoría de las ciudades capitales nordestinas, cabeza de playa para avanzar sobre la territorialidad petista -el interior de esos estados- donde también ganó Bolsonaro. En las últimas dos semanas antes del 7 de octubre, los brasileños indecisos debieron optar entonces entre los candidatos Haddad yl Bolsonaro despegados ya del resto. Era el voto anti-petista o anti-sistema descartando a las otras alternativas, de centro y centro-derecha. Esta proyección del voto no se produce gracias a Juiz de Fora, según cierto análisis que transfiere la experiencia del voto K de 2011 -la derecha no se victimiza sostienen en Brasil-, sino a un año de arrollador avance del diputado del PSL de menor a mayor, en contacto físico con las multitudes –jugada en la que arriesgó la vida literalmente abriendo una empatía de tamaño continental- y absoluto dominador en las redes sociales. Por eso, el voto tsunami a Bolsonaro no es un voto anti-PT o anti-sistema, Bolsonaro se ganó primero el liderazgo de la mayoría conservadora y cristiana, y esa mayoría encabezada por él, se ganó a su vez el voto antipetista y anti-sistema. Puesto en números, Bolsonaro había conquistado con un programa conservador – liberal, claramente identificado como de derecha por el universo político y mediático, a más del 20% del electorado nada menos (a mediados de agosto el Instituto Paraná Pesquisas le daba 23,9%). Esta fue la vanguardia que atrajo al 46,03% comunicado por el Supremo Tribunal Electoral el último domingo. Otra vez. Para agosto, ya estaba conformado un electorado ideológicamente fidelizado que colocó a Bolsonaro como el referente antipestista indiscutible en la mayoría del Brasil. El voto anipetista no era nuevo ciertamente. El antipetismo de 2014 había sido capturado por el PSDB de Aecio Neves, José Serra, Gerardo Alckmin y Fernando Henrique Cardoso bajo un programa de centro-izquierda socialdemócrata en un juego co-protagonizado por el PT durante veinte años, el “teatro de tijeras” que identificaron los movimientos civiles. Esta vez, en cambio, el voto antipetista (y el voto anti-sistema) se saltó el libreto con un programa conservador-liberal.
Antes una advertencia. Poco o nada se entiende del fenómeno Bolsonaro sin considerar la revolución política existente en Brasil desde, por lo menos, 2013 y que tratamos tantas veces. Dicho esto, la campaña electoral de Bolsonaro para la 1° vuelta puede dividirse en tres fases. La primera podemos datarla a partir de 2016, el atentado sufrido por el diputado abre la segunda fase y la tercera se produce en el embale final de la campaña electoral a la presidencia, hace no más de dos semanas.
El Mito popular.
Las fabulosas movilizaciones de 2015 y la onda subsiguiente en 2016 a favor del impeachment y en 2017 apoyando Lava Jato, fueron acompañadas frecuentemente por el diputado Bolsonaro, recibido siempre bien por los manifestantes pero sin mayor entusiasmo, en un intenso ambiente de rechazo a los políticos (según nuestros registros es el mismo pueblo movilizado en las calles de todo el país, el que volvería a salir en 2018, tomando el lugar del candidato fuera de combate con la puñalada en Juiz de Fora). La primera fase fue, en fin, la de los viajes al exterior del diputado del PSL (EUA, Israel y Japón), aprendizaje y búsqueda de modelos; y a los estados de la Unión, donde generaría una audiencia para sus propuestas, arribos que luego se tornarían icónicos, con multitudes recibiendo a Bolsonaro en los aeropuertos.
Esta primera fase de la campaña electoral de Bolsonaro es la fase del Mito, que entusiasmó a tantos millenials y smart-G brasileños, pululando con temáticas activistas en las redes sociales desde 2013. Así es que, conforme se sucedían sus visitas al interior del país, un verdadero movimiento con eje en las redes sociales, youtubers y emprendedoires comunicacionales desarrollando diversos géneros, identificando sus presentaciones y emprendimientos como conservadores -o, a lo sumo, liberales-, convergió con la figura del líder político de Río de Janeiro, con pasado más bien militarista. La reinvención del diputado fue el resultado de un intercambio que implicó, por su lado, arriesgar todo-contra-todos en la carrera presidencial y, por el de los movimientos, un serio esfuerzo de varios años de afición tanto a la bibliografía política y humanística local disponible como de traducción, edición, publicación y conformación de núcleos de estudio de obras consagradas estadounidenses y europeas --asimismo ocurrió con las conferencias, entrevistas y videos de las figuras mundiales más representativas del conservadorismo y el liberalismo clásico de última generación. El combustible del movimiento fue provisto por este fenómeno de redescubrimiento, reevaluación y difusión de la propia historia nacional, y de su lugar en la de las civilizaciones. A lo largo de varios meses Bolsonaro se fue convirtiendo en el vehículo movido por esta fuerza del activismo conservador-liberal. Rápidamente internet se convirtió en la zona de intercambio y proyección del candidato a la presidencia que, a esa altura, era ya el referente electoral de la derecha brasileña.
Juiz de Fora. "El pueblo sangró contigo".
El atentado perpetrado por Adélio Bispo en la ciudad de Minas Geráis, todavía bajo investigación federal tendiente a identificar posibles autores ideológicos, abre la segunda fase de la campaña electoral de Bolsonaro. A partir del 6 de setiembre todo queda evidentemente al garete, por lo menos durante los primeros diez días, cuando dos intervenciones quirúrgicas de,alto porte eliminan al candidato del plano activo. Las declaraciones disonantes de los candidatos de primera y segunda línea del PSL sumen en confusión el rumbo del partido. Hasta Juiz de Fora Bolsonaro participaba en los debates televisivos y encabezaba los actos públicos. De pronto el silencio convocado por el candidato presidencial desde el hospital para proteger los flancos de la campaña. Es ahí que aparece el movimiento de masas, asumiendo el protagonismo en las redes sociales y en las calles de todo el país. "Puede descansar Capitán, deje la campaña al pueblo" es el mensaje que recorre las redes sociales.
La polarización, los votos antipetista y anti-sistema.
La última fase de la primera ronda de campaña electoral dura más o menos 15 días, es la polarización entre el líder de las tendencias Jair Bolsonaro y el candidato del Partido de los Trabajadores Fernando
Haddad, el primero siempre encabezó las encuestas electorales y el segundo se despegó del pelotón la última semana de setiembre. En el sprint final ambos candidatos no pararon de crecer aunque los últimos 4 días las encuestas representaron un agudo ascenso de Bolsonaro que el domingo 7 casi lo lleva a ganar la presidencia en primera ronda, la mayor cantidad de votos obtenida en primera ronda en la historia del Brasil. Las denuncias de fraude en el sistema electrónico electoral son muchísimas y documentadas, mientras el Ministro de Seguridad Pública Raúl Jungman no solamente se niega a investigarlas sino que amenaza procesar a quienes protesten contra el hecho. No descartamos que, por estas horas, sea éste un nuevo plano de la revolución brasileña. Pero vamos a responder la pregunta que motiva el borrador. Abruma la tendencia al voto antipetista en Brasil, no es poca la tendencia al voto anti-sistema, y corren ya ambas por las venas del mismísimo aparato administrativo estatal paquidérmico, esto es, que invadieron incluso la mole dominada por veinte años de gobiernos progresistas, sin contar la mayoría de las ciudades capitales nordestinas, cabeza de playa para avanzar sobre la territorialidad petista -el interior de esos estados- donde también ganó Bolsonaro. En las últimas dos semanas antes del 7 de octubre, los brasileños indecisos debieron optar entonces entre los candidatos Haddad yl Bolsonaro despegados ya del resto. Era el voto anti-petista o anti-sistema descartando a las otras alternativas, de centro y centro-derecha. Esta proyección del voto no se produce gracias a Juiz de Fora, según cierto análisis que transfiere la experiencia del voto K de 2011 -la derecha no se victimiza sostienen en Brasil-, sino a un año de arrollador avance del diputado del PSL de menor a mayor, en contacto físico con las multitudes –jugada en la que arriesgó la vida literalmente abriendo una empatía de tamaño continental- y absoluto dominador en las redes sociales. Por eso, el voto tsunami a Bolsonaro no es un voto anti-PT o anti-sistema, Bolsonaro se ganó primero el liderazgo de la mayoría conservadora y cristiana, y esa mayoría encabezada por él, se ganó a su vez el voto antipetista y anti-sistema. Puesto en números, Bolsonaro había conquistado con un programa conservador – liberal, claramente identificado como de derecha por el universo político y mediático, a más del 20% del electorado nada menos (a mediados de agosto el Instituto Paraná Pesquisas le daba 23,9%). Esta fue la vanguardia que atrajo al 46,03% comunicado por el Supremo Tribunal Electoral el último domingo. Otra vez. Para agosto, ya estaba conformado un electorado ideológicamente fidelizado que colocó a Bolsonaro como el referente antipestista indiscutible en la mayoría del Brasil. El voto anipetista no era nuevo ciertamente. El antipetismo de 2014 había sido capturado por el PSDB de Aecio Neves, José Serra, Gerardo Alckmin y Fernando Henrique Cardoso bajo un programa de centro-izquierda socialdemócrata en un juego co-protagonizado por el PT durante veinte años, el “teatro de tijeras” que identificaron los movimientos civiles. Esta vez, en cambio, el voto antipetista (y el voto anti-sistema) se saltó el libreto con un programa conservador-liberal.
Los rioplatenses no sabemos qué es la derecha política, mucho menos qué es el conservadorismo...todavía.
Lo mejor que leemos y escuchamos sobre el fenómeno Bolsonaro en la opinología del mundo rioplatense es más o menos algo así como que es casi imposible para nosotros entender lo que sucede en Brasil porque nuestro contexto es absolutamente diferente. Los buenos comunicadores advierten a las audiencias que no es fácil explicarlo. El discurso "militarista”, las referencias “homofóbicas”, “machistas”, “racistas”, etcétera; el hecho de que todo ello cuente con el apoyo de la mayoría del electorado en lugar de confinarlo a un manicomio, es como si tuvieramos que conocer la vida y sociedad de otro planeta de un día para el otro. Imposible, ¿no?. Es que la analogía interplanetaria no ayuda en nada. Hay diferencias, es claro, entre nuestros países y Brasil, pero también patrones comunes por cierto. Lo mejor es buscar otra analogía para aclarar el panorama. Como documentamos en O Mito, el giro epocal planteado en Brasil nos obliga a remontar unos 30 años, hasta el momento en que un movimiento cultural, que en pocos años generó otros movimientos, cada vez más políticos, definitivamente conservadores y liberales, confluyó con una revolución de masas y, de pronto, eligió una voz para llevarla como suya al plano electoral, a punto casi de convertirla en la del futuro Presidente de la Nación. En el juego de analogías tratemos de aclarar la situación en que habremos de encontrarnos en pocos días los rioplatenses. Brasil no es otro planeta, con la imposibilidad de comprensión (y mucho menos de réplica local) que ello implica, antes bien, nuestros gobiernos a ambas orillas del Río de la Plata son como un adolescente de 15 años que tratará de entenderse, en todo lo concerniente a tradiciones políticas y, por lo tanto, a la comunicación misma, con un hombre de 45.