La razón dentro de la tradición

Cuando se trata de tendencias, corrientes o líneas
internas, los Medios –que a ambos lados del Río de la Plata todavía moldean la opinión pública- ven apenas conspiraciones, lo que es propio de sociedades de
la sospecha (Alain Peyrefitte, La sociedad de la confianza. Ensayo sobre los orígenes y la naturaleza del desarrollo. Ed. Andrés Bello. Barcelona, 1996.). Pero a no confundirse, no hablamos de bloques
(al menos no por ahora). Las tendencias existentes en el nuevo gobierno brasileño no serían consecuencia
del ejercicio del poder sino su precondición, que puede entenderse mediante lo
que llamaremos “tesis Meyer”.
Para el politólogo estadounidense Frank S. Meyer (In
defense of freedom: a conservative
credo, 1962; What is Conservatism?, 1960; y The Conservative mainstream, 1968) en el siglo XIX se produjo una bifurcación de la civilización occidental. Se separaron la virtud y el orden predicados por la tradición judeocristiana, de la libertad impulsada desde Locke & Co. por los liberales. Con la primera quedó la derecha tradicional y con la segunda los liberales clásicos. Frente a la amenaza comunista, durante los 50 y 60 del siglo XX, estas tradiciones se reunieron en lo que el cientista político de Woodstock llamó “alianza conservadora”. Pero la unión programática entre tradicionalistas y
liberales, algo así como el correlato político de una hipotética unificación entre la Iglesia Católica y las
denominaciones evangelistas, se produjo solamente en los EEUU y culminó con la llegada a la Casa Blanca del Presidente Ronald Reagan. En el resto del
mundo los tradicionalistas y los liberales clásicos continuaron polarizados,
cuando no orbitando a los socialismos.
credo, 1962; What is Conservatism?, 1960; y The Conservative mainstream, 1968) en el siglo XIX se produjo una bifurcación de la civilización occidental. Se separaron la virtud y el orden predicados por la tradición judeocristiana, de la libertad impulsada desde Locke & Co. por los liberales. Con la primera quedó la derecha tradicional y con la segunda los liberales clásicos. Frente a la amenaza comunista, durante los 50 y 60 del siglo XX, estas tradiciones se reunieron en lo que el cientista político de Woodstock llamó “alianza conservadora”.
En Brasil, siguiendo esta línea de razonamiento, la
campaña presidencial de Jair Bolsonaro habría conseguido articular una nueva “alianza conservadora”, en la cresta de una revolución que allanó egos,
mezquindades y esquematismos provincianos. Sin embargo no fue el espanto frente al viejo comunismo de la segunda posguerra
el factor aglutinante popular, sino el globalismo. En efecto, rotos los diques de
la Guerra Fría, esta “globalización
económica pilotada por el marxismo cultural”, como define al globalismo Ernesto
Araújo recientemente nombrado Canciller de la República Federativa, generò en América Latina la experiencia disociativa del mayor sistema de corrupción de la
historia.


Todo indica que el vecino país juega ya
otro juego, y que muestra sus cartas. Será la característica de un
gobierno cuya campaña presidencial en todo momento rezó: la verdad os
hará libres (Juan 8:31-38)