El escritor que quebró la hegemonía

El señor afirma que todo lo que aparece en la política aparece antes en la cultura, en la literatura, en los círculos intelectuales. Con base en eso y en los últimos cambios, ¿qué cree usted que podemos esperar del futuro político del Brasil?

¿Cuándo la izquierda abandonó esa ocupación de espacios, considerada por usted, exitosa por medio de la literatura, de la intelectualidad?
Ella abandonó los deberes elementales de la vida intelectual. Yo documenté eso extensamente en el libro O Imbecil Coletivo, de 1996. ¿Y qué es O Imbecil Coletivo? Es una descripción humorística, pero que debía ser hecha de todos modos, de los debates que ocurrían en los medios culturales, sobre todo en los suplementos cultura-
les de los grandes diarios y revistas. Tome eso como muestra del estado de espíritu de la cultura. En O Imbecil Coletivo, como el nombre lo indica, estaban todos imbecilizados, mi Dios del cielo, ya en la década del 80.
¿Fue en el pasaje de generaciones que se perdió aquélla propuesta?
Eso, eso, eso. La verdad no hubo transmisión de cultura de generación a generación. Hay una cosa confusa porque vea usted, cuántos medios en los años 60 o más todavía 68, reflejando sobre todo la influencia de la Escuela de Frankfurt, ellos comenzaron a privilegiar –en lugar de la antigua idea de la revolución proletaria de la clase pobre—todo tipo de insatisfacción que existía y que pudiese ser explotada por la propaganda. Eran insatisfacciones que antiguamente, en los años 30, 40 y 50, la intelectualidad marxista despreciaba, consideraba revuelta pequeño burguesa. Era la esposa que estaba revuelta con el marido. Era el sujeto gay que quiere que todo el mundo sea gay. Los abortistas. Todas esas cuestiones subjetivas que no tienen nada que ver con la lucha del proletariado. Gracias a la escuela de Frankfurt ellos abandonaron esa crítica del proletariado y adoptaron ese discurso, solo que ese discurso incentiva a las personas a vivir en busca de satisfacciones subjetivas, y eso las destruye intelectualmente. Yo supongo que usted practique la vida gay, no la lucha política gay. Feministas, del mismo modo. Vea, la mujer feminista está interesada en aquello que llama su “empoderamiento”. O sea, ella quiere subir en la vida. Subir en la vida en primer lugar, vida cultural en segundo lugar. Entonces ellos crearon un montón de parásitos de ellos mismos. Parásitos de la lucha política. Perdieron fuerza, evidentemente. El militante proletario es serio y da la vida por la causa. Cuando el PT comenzó, lo hizo como partido proletario, allá en el ABC. La gente de ahí daba 10, 20, 30 por ciento de su salario miserable al PT. Ellos morirían por la causa. Pero eso, los proletarios. Estudiantes, gente gay, mujer abortista, no. Los proletarios mueren por la causa proletaria, ¿pero usted cree que los gay van a morir por la causa gay? Ahora, la causa gay es un tipo de placer. ¿Cómo un tipo muerto va a continuar disfrutando de algún tipo de placer? Entonces, el deseo de placer se opone a la lucha política. Es una cosa bastante obvia. Los de la Escuela de Frankfurt, Horkheimer y otros, ellos corrompieron la mente de la izquierda al punto que el propio Lenin quedaría escandalizado. Transformaron a la izquierda en una banda de bebés llorones. Todos hijos de papá queriendo el sexo gay, queriendo abortismo, sexo en las escuelas. Eso hace mucho barullo y corrompe a la sociedad. ¿Qué consiguen? ¿Implantar el socialismo? No. Ellos consiguen transformar el capitalismo en un infierno. Ellos viven dentro de ese infierno. ¿Y quién es la principal víctima de todo eso? Ellos mismos. Ellos se corrompen.

En los años 60, la intelectualidad de las grandes fortunas, gente tipo Zuckerberg, gente del grupo Bilderberg –son 200 grandes grupos—percibieron esa transformación. Percibieron que la izquierda, desde el punto de vista de la lucha anticapitalista, se había hecho inofensiva. La izquierda estaba luchando contra otros objetivos que no eran el capitalismo. Al contrario. Objetivos como abortismo, causa gay, liberación sexual, todos necesitaban del capitalismo. En ningún régimen socialista esas cosas prosperan. ¿Había movimiento gay en Cuba? Nada de nada. Los tipos eran enviados todos al campo de concentración. Entonces, los megacapitalistas percibieron que la izquierda podría ser instrumentalizada. Y de hecho ellos la instrumentalizaron. Por todas partes usted ve un capitalismo cada vez más fuerte, más indestructible, y la izquierda, también cada vez más fuerte. Ella ocupa todos los espacios, pero no hace ningún mal al capitalismo. Ella solo hace mal a los valores culturales antiguos. Familia, religión, todo eso. ¿Cuál es el efecto? Destruyendo todos los valores culturales, solo resta un principio organizador de la sociedad: la economía. Eso ahí es todo el poder de las megafortunas. Ellas deciden todo. Hoy usted hace todo lo que Zuckerberg quiere, lo que George Soros quiere. (…)
